Tuesday, October 23, 2007

COMISIÓN DE ASUNTOS Y RELACIONES INTERNACIONALES

Monday, October 22, 2007
PDA-USA: COMISIÓN DE ASUNTOS Y RELACIONES INTERNACIONALES
 
Estimados compañeros en el exterior, reenvio los documentos que la comisión ha construido y que es necesario que conozcan, entre otros las dos circulares que hemos emitido y docuementos correspondientes a temas especificos (Estatuto del emigarnte, posicon frente al TLC con EEUU y el de la CAN con la UE).Si necesitan informacion adicional no duden en escribirme, en lo que les pueda colaborar lo haré con mucho gusto.
Atentamente;
MILENA OLIVARES HOMEZ
AsistenteCARI-PDA
Cel 311-2538053

EL TLC CON ESTADOS UNIDOS: UN EPISODIO DECISIVO
Héctor-León Moncayo S.

En el propósito de elaborar un proyecto estratégico internacional del PDA, la definición de una política para el país en relación con los Estados Unidos es, obviamente, un asunto fundamental. Y, en la actualidad, el debate sobre el propuesto TLC, firmado por los gobiernos y ya aprobado por el Congreso Colombiano, merece toda nuestra atención. Las siguientes notas constituyen una contribución a dicho debate en la Comisión de asuntos y relaciones internacionales, con miras a la definición de una posición, a sabiendas, claro está, de que, para llegar a una política de conjunto, son indispensables las demás contribuciones propuestas, en especial las referidas al Plan Colombia, que, como se sabe, cubre aspectos cruciales como narcotráfico y militarización. Desde luego, en un contexto mundial y en una perspectiva histórica de mediano y largo plazo.
No se trata, por supuesto, de volver sobre la historia y los contenidos específicos del Tratado que son ya conocidos por todos. Tampoco de abundar en argumentos en contra y ni siquiera de asumir una posición pues se da por entendido que el Polo, incluyendo la bancada parlamentaria, ya ha manifestado su rechazo categórico. Se trata más bien de ubicar su significación e importancia, así como sus implicaciones para la definición de este proyecto estratégico internacional.

1. Los Tratados bilaterales o plurilaterales de libre comercio entre los Estados Unidos y los países de América Latina aparecen, como se sabe, ante el fracaso de la propuesta del ALCA que se hundió del todo en la Cumbre de Mar del Plata en noviembre de 2005. Siguen, por lo tanto, los lineamientos de un NAFTA-plus que a su vez fue un OMC-plus. Reflejan, sobre todo, el interés de las Corporaciones Multinacionales de origen norteamericano, pero corresponden también a una política de Estado (asunto que más adelante se discutirá más detenidamente) y es por eso que se viene diciendo, con algo de ironía, que se trata de un "Plan B" para conseguir, gradualmente, un ALCA por entregas. La ironía tiene un límite ya que, probablemente, sí les resulte indispensable volver sobre la propuesta inicial, de conjunto, del ALCA. Lo importante de retener aquí, en todo caso, es que nos encontramos frente a un verdadero proyecto estratégico del imperio, como se suele decir ahora, que va más allá del interés inmediato económico de abrir mercados y conseguir garantías para sus inversionistas. Tanto es así que constituye una pieza fundamental dentro de la disputa que se libra actualmente, entre otros escenarios, en la OMC, para asegurar su hegemonía frente a las otras potencias, tanto las tradicionales como las emergentes, calificadas de "medianas". No estamos, pues, en una simple discusión sobre relaciones comerciales, o en general económicas, con otro país, que podrían ser más o menos "justas".

2. Una posición frente al Tratado tiene, por lo tanto, implicaciones en dos planos simultáneamente. Uno es el plano mundial, el de la globalización, y otro, en particular, el de las relaciones con Estados Unidos. En efecto, si algo caracteriza este Tratado es que desborda ampliamente los temas comerciales pues, siguiendo el proyecto de reordenamiento de las relaciones internacionales que se inaugura con la creación de la OMC, incorpora con más fuerza los bienes agrícolas, incluye el comercio de servicios y en general, los llamados "nuevos temas" o de Singapur, es decir protección de inversiones (e inversionistas), normas de propiedad intelectual, compras del Estado, medidas antidumping y políticas de competencia, entre otros. Este desbordamiento es precisamente lo que se discute hoy en día en todo el mundo. La creciente oposición ha llevado al estancamiento de la Ronda Doha de la OMC. En América Latina, Brasil encabeza la denuncia de los subsidios a la agricultura aplicados por las grandes potencias, mientras que en el otro extremo, Bolivia lidera el rechazo a los mecanismos de resolución de controversias previstos en los esquemas de protección de inversiones, así como la inclusión de los servicios y, en particular, del agua, en las negociaciones comerciales. Todo ello en el marco de un creciente cuestionamiento del papel que juegan el Banco Mundial y el FMI, ambos en crisis. En síntesis, la definición de una posición consecuente en contra de este Tratado implica ubicarse dentro de la corriente mundial que hoy confronta –exitosamente- el mencionado proyecto de reordenamiento mundial. No importa que, frente a la amenaza de un Tratado bilateral, parezca deseable un escenario multilateral como el de la OMC.

3. En lo que se refiere a las relaciones con Estados Unidos, lo primero que salta a la vista es la pretensión de ir más allá de lo acordado en la OMC (que está en discusión). Es el interés de las Corporaciones Multinacionales, incluyendo los grupos del capital financiero. En segundo lugar, en lo comercial, conviene recordar que Zoellick, cuando era representante comercial de los Estados Unidos, señalaba explícitamente que los países andinos (especialmente Colombia) representaban un importante mercado para sus productos agrícolas. Estas referencias que tienen su expresión y desarrollo en el texto del Tratado, bastarían para justificar un rechazo. Lo importante, sin embargo, es entender que se trata de la naturaleza y la estructura misma del Tratado lo que debe rechazarse. El imperativo del libre comercio, de por sí, y más con los "nuevos temas", nos lleva a un patrón de especialización que profundiza la dependencia y nos empobrece económica, social y ambientalmente. Es por eso que no cabe la sugerencia, de aparente sentido común, según la cual bastaría con "renegociarlo bien", a la manera del Partido Liberal que presenta un largo y casuístico listado de "enmiendas". Lo único razonable –porque además es una simple caricatura la acusación de que pretendemos ser "autárquicos"- es formular un completo replanteamiento de las relaciones con Estados Unidos, que puede asumir o no, según sus características, la forma de un Tratado. En el marco, ahí sí, de una propuesta de ordenamiento multilateral. Todo depende, como se verá enseguida, del "modelo de desarrollo" que se adopte. (Aunque es indispensable, no es el caso por ahora discutir esta noción)

4. En efecto, de acuerdo con las políticas económicas que vienen principalmente desde 1990, el actual modelo exportador tiene dos pilares: los productos tradicionales, en especial recursos naturales, y el APTDEA. Es esto lo que se quiere "cualificar". Para las clases dominantes colombianas la estrategia exportadora tendría dos componentes adicionales: productos tropicales y maquila. En todos los casos se supone una fuerte corriente de inversión extranjera. Para ello se pretende reemplazar el APTDEA por el TLC. No es claro que este último conlleve la realización de su objetivo; al fin y al cabo para el capital financiero, hoy hegemónico, lo que menos importa es un proyecto de desarrollo nacional. Pero, independientemente de ello, es evidente, para nosotros, que semejante patrón de especialización de la economía colombiana significa un "modelo" abominable. Sin pretender una elaboración completa, que en el futuro será indispensable (ya existen estudios), puede decirse, de manera simple, que se requiere formular otro tipo de equilibrio entre los mercados interno y externo. Y entre los mercados externos una diversificación que reste ponderación al de los Estados Unidos. En consecuencia, una reestructuración del aparato productivo. Tal es, en rasgos generales, el punto de partida de cualquier replanteamiento de las relaciones con los Estados Unidos. Significa, en la arena política, una confrontación de intereses, sin duda de gran envergadura, que el PDA deberá asumir. En lo inmediato, seguramente el adversario es la fracción narco-para-terrateniente que parece fundamentar su alianza con las corporaciones multinacionales a través del matrimonio Uribe-Bush. Pero, a mediano y largo plazo, se trata del conjunto de las clases dominantes; hay que reconocer que el espacio de conciliación es bastante reducido.

5. Ahora bien, en lo que se refiere a la negociación del Tratado, a la fecha es ya conocido su empantanamiento. Si en Colombia, muy a tono con el estilo de este régimen autoritario, ya fue aprobada la Ley correspondiente, aun a sabiendas de que éste no sería el texto definitivo (se está presentando ahora el proyecto modificatorio), en los Estados Unidos, ni siquiera ha entrado en discusión en el Congreso, como resultado de la oposición del Partido Demócrata que cuenta hoy con la mayoría. En cambio, se aprueba una prórroga del APTDEA lo cual es un indicio de que antes de un año no se volvería sobre el tema, y ello si no entran en juego otros factores relacionados con una redefinición de la política exterior de los Estados Unidos (incluyendo la comercial). Téngase en cuenta que aún no se ha definido si el Congreso le aprueba a Bush una prórroga de la ley que le autoriza realizar negociaciones comerciales por vía rápida (TPA), la cual es también indispensable para proseguir las negociaciones correspondientes a la ronda Doha de la OMC. En síntesis: es evidente que, en la actualidad, la suscripción de tratados comerciales, incluyendo el de Colombia, se encuentra en medio de una aguda confrontación entre los partidos estadounidenses por redefinir la política exterior. En consecuencia, es claro para nosotros que, al contrario de las visiones simplificadoras que le atribuyen unicidad a un pretendido sujeto imperial, en realidad la política imperialista es el resultado, en cada momento, de una construcción, no siempre expedita, de un consenso nacional en los Estados Unidos; construcción que debe ser tenida en cuenta de manera adecuada y en el momento apropiado. Esto no quiere decir, por supuesto, que el partido Demócrata ocupe el "lado bueno", como lo veremos más adelante. Por el momento, el resultado para el pueblo colombiano, es favorable. Y atinada –vale la pena resaltarlo- la política de "cabildeo" que se adelantó desde el año pasado por parte de las organizaciones sociales –Recalca- y el propio PDA.

6. La naturaleza de la mencionada confrontación entre los partidos puede apreciarse en las "enmiendas" que propone el partido demócrata las cuales aparecen en el acuerdo celebrado con los republicanos y luego en los textos modificatorios para Colombia y Perú . - Cabe advertir que el acuerdo, calificado de "secreto", fue rechazado por una buena parte de sus miembros, en especial por los vinculados con una corriente del sindicalismo, en razón de su insuficiencia. Y sea la oportunidad para señalar que el partido demócrata es extremadamente heterogéneo, aunque también que no faltan en él los politiqueros profesionales quienes a la larga controlan la cúpula decisoria.- Estas enmiendas se refieren a siete temas principales: estándares laborales, medio ambiente, propiedad intelectual, compras del sector público, seguridad portuaria, inversión, y una iniciativa de asistencia y capacitación del trabajador. Entre el "acuerdo" y el texto de modificaciones hay algunas variaciones más o menos significativas. No obstante, en general, puede decirse que, si bien las disposiciones exigidas en materia laboral y de medio ambiente contienen precisiones de alguna utilidad y las referentes a medicamentos y salud pública alguna mejoría, las restantes, en cambio, constituyen simplemente ventajas o precauciones de los Estados Unidos. En consecuencia, además de que se conserva la estructura del Tratado, como era previsible, las variaciones no son sustanciales. El acuerdo, sólo tiene un significado político: el partido Demócrata pone su sello a una negociación que antes era apenas republicana, abriendo así el camino para la ratificación de los tratados.

7. En el caso de Colombia, sin embargo, se interpone otro obstáculo que es, como se sabe, válido también para la aprobación del Plan Colombia como tal: La situación de violaciones de los derechos humanos e impunidad, muy ligada al escándalo de la llamada parapolítica. Los Demócratas, de manera explícita, han exigido del gobierno correcciones y resultados en esta materia antes de proseguir el trámite del Tratado. Hasta donde se sabe, los de Perú y Panamá probablemente entren a ratificación en el mes de septiembre mientras que el de Colombia debería esperar hasta el año entrante. Lo anterior, siendo favorable, representa para nosotros una dificultad desde el punto de vista del debate político. El condicionamiento da a entender que el Tratado es una ventaja para Colombia y por lo tanto un premio que el gobierno no merece todavía. Así se viene presentando el asunto en los medios de comunicación. Se ha convertido en la clave de la disputa de los cabildeos en los Estados Unidos. En ese orden de ideas, aunque no dejamos de denunciar el carácter autoritario y paramilitar del régimen, significaría un retroceso en el debate planteado hasta ahora. Es por eso que necesitamos, al mismo tiempo, insistir en que el Tratado no conviene a los intereses del país. Es más, en los Estados Unidos, en la conquista de nuevos y más firmes aliados, es preciso destacar que favorece ante todo a las Multinacionales y ni siquiera al conjunto del pueblo norteamericano.

Es fácil concluir que en el interior del Imperio se vive actualmente una aguda confrontación que, en plena campaña electoral, se da en el marco bipartidista. Como se ha dicho, el partido Demócrata es heterogéneo –mucho más que el Republicano- y seguramente hay sectores, como sindicalistas, intelectuales, movimiento de mujeres, organizaciones por los derechos civiles, el medio ambiente, etc., que asumen posiciones críticas, progresistas y hasta de izquierda. Al mismo tiempo, aunque son débiles, existen otros agrupamientos políticos de izquierda y una enorme masa de ciudadanos, por ahora indefinidos, que no participan frecuentemente en las elecciones. En ese conjunto, el PDA podrá definir, como es lógico, interlocutores y aliados. De todas maneras, lo más seguro es que una vez más la confrontación se defina en el cambio de Presidente donde el partido Demócrata como tal es decisivo.
Son varios los temas centrales de la campaña, incluyendo la guerra (invasión a Irak) y la política doméstica económica y social, pero en lo que se refiere a la política comercial externa puede intuirse el sentido de la alternativa Demócrata. En rigor no se trata de una alternativa pues la oposición Demócrata bien puede aprovecharse simplemente de la proverbial torpeza de Bush, pero es posible que su concepción tenga un alcance mucho mayor. Como se ha visto, no se oponen por razones de fondo a los Tratados bilaterales. Las exigencias laborales y ambientales, incluso, tienen que ver también con exigencias domésticas, como si en tales acuerdos se estuvieran definiendo simultáneamente puntos importantes de la normatividad correspondiente. En ese sentido, y dependiendo de la capacidad relativa de los grupos de presión, es posible que en esta nueva generación de tratados se imponga un criterio exigente en materia laboral y ambiental, lo cual, por supuesto, no sería enteramente del gusto de las multinacionales. No obstante, es posible también que, para los Demócratas, el llamado Plan B no sea el más apropiado y su estrategia predilecta sea el ALCA. –No se olvide que fue Clinton quien lo impulsó- Una razón puede vislumbrarse: Como se sabe, en estos países no sólo se están firmando tratados con los Estados Unidos, sino también con la Unión Europea, con varios países Asiáticos y entre sí. Esto es un paso adelante para las multinacionales estadounidenses. En el marco de la OMC, nuevas normas de liberalización comercial y de protección de los inversionistas, son naturalmente favorables para ellas. Pero en la disputa con las otras potencias, les conviene un mayor control de su "patio trasero". El ALCA representa, por lo tanto, el verdadero proyecto estratégico, en la medida en que es, simultáneamente, político, jurídico, militar, cultural y económico. De anexión se viene hablando y no sólo como recurso retórico. Y no tiene nada extraño que sea, por vías más inteligentes y si se quiere "livianas", el proyecto Demócrata, en este caso más caracterizadamente imperialista.

Esta aproximación tiene dos implicaciones para la definición de un proyecto estratégico internacional del PDA. De un lado, es claro que, frente al Partido Demócrata, tanto en el tema del Tratado como en el de la parapolítica y la violación de los derechos humanos, sólo puede haber convergencias tácticas y eso aprovechando su campaña electoral y distinguiendo entre sus diversos sectores o corrientes. La mayoría de las veces, en la práctica, de manera implícita, como se ha visto. (Lo ha favorecido el hecho de que Uribe sea tan clara y obsesivamente pro Republicano). No cabe duda que en poco tiempo nos veremos enfrentados a un cambio de la posición Demócrata, al menos la oficial. Más nos convendría, en consecuencia, consolidar alianzas con otros sectores de opinión. De otro lado, en un sentido estratégico, y pensando en una propuesta para el país, es preciso asumir que estamos frente a un proyecto imperialista de factura decimonónica, si se quiere. En ese sentido, debemos tener una posición en el contexto mundial (OMC, Unión Europea, Instituciones Financieras, etc.), tal como se señaló al principio, y una particular frente a la iniciativa continental de los Estados Unidos. Seguramente ello remite a una discusión teórica, avanzada ya en algunos ámbitos, a propósito de la naturaleza de lo que llamamos Imperio. Pero esto es, naturalmente, harina de otro costal.

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